Mario Boyé

Nació el 30 de julio de 1922, en Capital Federal. Jugó entre 1941 y 1949 y volvió en 1955. Disputó un total de 208 encuentros y marcó 124 goles. Actuó también en Racing y Huracán. En total anotó 163 goles en 311 partidos.

Seguramente fue Isaac López, arquero de Chacarita en los 40, el hombre que mejor pudo explicar el apodo El Atómico, de Mario Boyé. Un pelotazo del puntero de Boca impactó de lleno en la cara de López, que quedó desmayado. El partido estuvo suspendido hasta que el guardavallas se recuperó.

En Boca hizo 124 goles, pero sumó otros 39 con Racing y Huracán, para un total de 163 tantos en su carrera, una cifra altísima si se tiene en cuenta que se desempeñó como wing derecho. Su padre comenzó a instalarle esa obsesión goleadora cuando jugaba en la quinta división en Boca y prometió pagarle tres pesos por cada conquista que marcara. Boyé, inteligente, le hablo de la oferta a su compañero y gran amigo Luis Yiyo Carniglia y le prometió el 50% del premio por cada pase que le diera.

Cuando llegó a primera en 1941 y sin ganarse todavía la confianza del pueblo Xeneize, mostró su personalidad en un amistoso con Argentinos Juniors. Boca perdía 5-0 y los hinchas comenzaron a gritarle “tronco”. En la primera oportunidad que recibió la pelota, la levantó y le pegó hacia arriba con toda su fuerza. Entonces los insultos fueron generalizados. Después, para rematarla, se sacó la camiseta y se la arrojó a la tribuna, que no dejaba de insultar: “me quería agarrar a trompadas con todos”, contó.

Todo cambió cuando empezó a convertir goles y fue pieza clave del bicampeonato del 43 y 44. También se destacó como formidable cabeceador. En 1946, por ejemplo, cuando fue el máximo artillero argentino, marcó 24 tantos: 14 fueron de cabeza.

Su fama era tal que participó en dos películas de cine argentino: “El hijo del crack” y “Con los mismos colores”. No tenía muy buena técnica, pero era rápido, potente y, especialmente, hábil para encontrar un espacio libre entre los zagueros, filtrarse y hacerse un lugar para rematar.

En 1949 fue transferido al Genoa, de Italia, y en el ocaso de su carrera volvió a Boca. Tras el campeonato de 1955, viajó a Montevideo para jugar un torneo amistoso. En un partido contra River el 29 de diciembre, en el primer tiempo le marcó un gol a Amadeo Carrizo: “¿Sabés que es el primero que me metés? Si me hacés otro te pago un whisky”, le dijo el arquero. En el segundo tiempo, entró y metió tres goles más. Ganó Boca 5-2 y decidió entonces que ese debía ser el partido de su despedida.